domingo, 27 de noviembre de 2016

La historia - I

Septiembre de 2012. A punto de cumplir cuarenta años de edad, pesando 124kg para 1,87m de altura, fumando una cajetilla de tabaco diaria y sin hacer ejercicio en los últimos 16, decido, alentado por dos amigos, repetir algo para lo que no estaba, ni de lejos, preparado.

2012 - 2016
         

Un exceso de peso que ya tenía repercusiones en el sueño, en los tobillos, en el colon,… Un tabaquismo severo que me producía pitidos por las mañanas y dolores de cabeza por la tarde.

Es difícil dar con la motivación necesaria para dar determinados pasos. Es difícil que algo te saque de tu comodidad. Difícil que algo te mueva de eso que ahora se llama zona de confort. Pero a veces sucede y a mi me sucedió. No pretendo dar lecciones de nada. No tengo afán de presentarme como un ejemplo de transformación, del “sí se puede”. Tan sólo voy a intentar contar mi historia. Una historia, como casi todas, que no depende solamente de uno mismo sino de la combinación de acontecimientos y personas que hacen que no pares, que dejes atrás una versión de ti para ir a por la siguiente. Ni mejor ni peor, sólo más saludable, en este caso.

Antes de septiembre de 2012 había intentado dejar de fumar en un par de ocasiones. Una incluso duró casi un año. También tuve un intento de bajar de peso que me llevó de los 120 a los 105 pero que en pocos meses me dejó de nuevo en la casilla de salida. Pero esta vez se daban unas circunstancias totalmente diferentes. 
En una cena con varios compañeros de facultad recuerdo que sólo se hablaba de deporte. De bicis de montaña, de carreras por el monte, … Recuerdo oír esas conversaciones no sin cierta envidia y salir cada poco a fumar a la calle. Ellos parece que habían entrado, de lleno, a probar esa nueva llamada de la selva que por aquel momento comenzaba y que hoy ya es una realidad social con un impacto notable en todo nuestro entorno. En un momento de la cena, Sergio Rodríguez y Carlos Torres, me proponen hacer, a la Semana Santa siguiente, la ruta del Faro a Faro. Hacía ya casi veinte años que la habíamos hecho y era una buena oportunidad para repetirlo. Me miran, casi que con ojos de besugo, y me preguntan si me veo capaz. Que tengo casi 6 meses para recuperar algo de forma y bajar unos kilos. Y ese es el primer acontecimiento que marcó el devenir de estos últimos cuatro años.

Junto Sergio Rodríguez (centro) y Carlos Torres (derecha) en el comienzo del Faro a Faro en Roque Bermejo

Al día siguiente, temprano, fumo los últimos cigarros que me quedaban en la cajetilla y ese mismo fin de semana voy a caminar al Teide. A las pocas semanas, en octubre de 2012, considero que haciendo caminatas en el monte los fines de semana y llenando la mitad de los platos no voy a avanzar como quiero. Necesito continuidad y por recomendación de un conocido me abono al Complejo Deportivo Santa Cruz – Ofra. En ese momento me inscribo en las clases de las 7 de la mañana de Miguel Callejas, en las que aún sigo hoy en día, y completo mi entrenamiento con algo de natación y pesas.
De esos primeros días recuerdo dos cosas. La primera es no poder correr más de 500m sin tener que parar y decirle a Miguel que correr no era lo mío. La segunda es tener que pararme en la piscina a cada vuelta de 50m y ver como en las calle de al lado, Roberto Sivero, a la postre crucial en mi preparación en el agua, seguía sin parar dejando varios miles de metros atrás.

Marzo de 2013. Casi seis meses después ya he conseguido bajar de los 100kg y realizo el faro a faro. Una experiencia sin duda inolvidable. 130km que llevan del faro de Anaga al de Teno, pasando por el pico del Teide durante cinco jornadas. Un viaje para perderse en nuestra propia isla. Para ese entonces ya he comenzado a nadar en el mar y me planteo, como reto, hacer la travesía de la Graciosa en septiembre de ese mismo año. Empiezo con esto de la natación, casi de cero, siguiendo los consejos de Kike Romero y Roberto Siverio. Cuarenta piscinas seguidas de 25m se convierten en un reto. Dispongo de seis meses para prepararme los 2600m que mide la travesía. Kike sería mi compañero de reto y de aventuras en esos meses.

A la llegada al faro de Teno

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